sábado, 22 de diciembre de 2012

Ayuno y Oración


Antes de comenzar su vida pública, su predicación, Jesús dedica cuarenta días a la oración y al ayuno. 
Nos enseña así cuál es la base firme e imprescindible de toda vida y de toda acción apostólica: si
queremos acercar a los demás a Dios tenemos que empezar, como Cristo, por la oración y el sacrificio.
Algunos piensan que lo más eficaz para atraer las almas a Dios es hablar, convencer, disponer de muchos medios materiales... Se equivocan, y tarde o temprano sufren la amargura del fracaso. 
La eficacia apostólica radica en la unión con Cristo. El apóstol más eficaz será el que más unido esté a Cristo. Por tanto, si quieres que se acerque a Dios aquella persona amiga que no quiere saber nada, que parece perdida, lo primero que has de hacer es rezar y ofrecer por ella horas de trabajo y pequeños sacrificios. 
Y luego, sin miedo, sin respetos humanos, habla con ella a solas. Te sorprenderás muchas veces de la eficacia divina

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