Decidirme en serio a imitar a Cristo, quiere decir
“complicarme” la vida.
Imitar a Cristo no puede compaginarse con
una vida cómoda y aburguesada. Y además, si de verdad quiero ser
coherente con la doctrina de Cristo en todo momento, me voy a
encontrar con personas, tal vez mis amigos e incluso en mi familia que me van a rechazar.
Sí, ser otro Cristo no es fácil, ni cómodo, ni se obtiene con ello
el aplauso de todos. Pero, ¿a quién quieres agradar: a Dios o a ti
mismo; a Dios o a la gente?
Si te decides a seguir a Cristo, serás verdaderamente feliz y
gozarás de la alegría que da Dios y que nada ni nadie puede quitar. Porque solamente Cristo puede
llenar, hasta el fondo, el espacio del corazón humano. Sólo Él da el
valor y la alegría de vivir, y esto a pesar de los límites u obstáculos
externos.
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